martes, 9 de noviembre de 2010

Ramblas del Argos y del Quípar


Este domingo tocaba ruta no muy larga, porque diversos compromisos nos obligaban a volver a Calasparra a eso de las 12 y media. Tras el desayuno de rigor, echamos a pedalear a eso de las 7:30, bastante puntuales para lo que suele ser habitual, y con un pelotón bastante numeroso formado por ocho ciclistas. La alineación completa: Agustín Caballero, José Antonio, Diego, Porche, Trompa, Fran, Agustín Belda y Ginés.

Salimos por la carretera, con la idea de llegar lo más rectos posibles hasta la zona de las cumbres; tomamos un camino inédito, cerca de las llamadas Balsas de Higinio. Este camino nos permite ir paralelos a la carretera de Mula, evitando el tráfico. Alguna subida con el terreno pedregoso, que se atasca un poco al estar todavía fríos, pero sin más novedad llegamos hasta la zona de las cumbres.

Recorremos la amplia pista forestal, pasando junto al circuito y el Cabezo de los Nudos, para afrontar el espectacular descenso, un tramo de más de un kilómetro totalmente cuesta abajo, casi recto y con muy buen piso, que permite soltar los frenos y coger velocidad. Algunos, porque otros parece que van más lentos cuesta abajo que cuesta arriba. Ningún problema con esto, el "espíritu Verano Azul" asume perfectamente que cada cuál suba y baje al ritmo que quiera y/o pueda.

Tras hacer un pequeño tramo de carretera, enseguida la dejamos para coger otro camino que nos lleva a cruzar el río Quípar, muy cerca de su desembocadura en el pantano, y donde forma un espectacular bosque de tarays de casi dos kilómetros de largo y 20 o 30 metros de ancho. Tras cruzar la rambla conocida como "Ramel de las Contiendas" (curioso nombre, no he encontrado nada sobre el origen), llegamos a la casa del Puerto de las Vacas. Como pasa a menudo, nos encontramos una cadena que cierra el camino; realmente ignoramos si incurrimos en alguna infracción o no, pero estamos seguros de que no hacemos nada malo, así que como siempre, la saltamos y seguimos p'alante.

Aquí nos hacemos un pequeño lío con el gps, nos pasamos un camino y nos metemos una pequeña subida gratis, pero nada grave, nos reubicamos enseguida. A nuestra derecha queda un cuestarrón, y mitad por error, mitad por evitarlo, decidimos que hay que ir a la izquierda.


Nuestro subconsciente nos engaña, porque al final tenemos que dar la vuelta y afrontar "la cueña les cabres": un muro de 300 metros al 10% de media y con algunos puntos por encima del 14%. El piso además es malo, así que ni los más máquinas pueden subirlo. Todo el mundo pie a tierra, y a subir andando. Desde esta zona ya se ve entero a lo lejos el Almorchón, nuestro próximo destino.


Llegamos después a una zona de sembrados de cereal; hay que apuntar esta zona para volver en primavera, seguro que estará todo verde y la vista será aún más espectacular que ahora. Después de unos pocos kilometros más llegamos al camino que circula por el pie del Almorchón, y tras superar unas últimas rampas, paramos a almorzar en el collado que hay al este del monte. Desde aquí hay una vista espectacular, sobre hacia el sur con un valle de pinos y hacia el este donde se vislumbra el embalse del Cárcabo.

Después del descanso para el cuerpo, la vista y el estómago, comenzamos el descenso por la humbría del Almorchón, zona cerrada de pinos y donde hay una zona de descanso con fuente y mesas, muy apropiada para épocas veraniegas en las que hay que refugiarse del sol. Al acabar el descenso, cogemos un tramo de camino también inédito, que para desgracia de algunos que ya llevan la zona púbica perjudicada, resulta que está llena de piedras como puños. Pero bueno, el tramo es corto y coincidimos todos en que es mejor que ir por la carretera.


Al salir a la carretera, la parte triste del día: empezar a ver la zona a la que un par de malnacidos le dieron fuego el pasado septiembre; es escalofriante el verlo en bici, porque al poder ir despacio, le da uno tiempo a captar todos los detalles. Pone los pelos de punta el pensar cómo estaba todo esto la última vez que pasamos por aquí con la bici, hace tan sólo unos meses, y ver cómo está ahora.

Tras pasar la presa, comenzamos la subida por el camino de la solana, de unos 5 kilómetros que hacemos a buen ritmo, una subida que ya conocemos muy bien pero que cambia totalmente, ya que el fuego se cebó especialmente con el barranco que se deja a la izquierda (barranco del Alcaire).

Al coronar, reagrupamiento y comenzamos a bajar hacia el sur para buscar la rambla de los Arcos; bajamos por el cauce de la rambla, en un descenso divertidísimo y con el terreno en bastante buen estado.



Llegamos a la carretera desde donde nos dirijimos al último punto de la ruta: el bar Cantero, donde nos tomamos unas bien merecidas cañas. En fin, una mañana bien bonita, en la que celebramos la reincorporación del Fran, el debut con la peña Verano Azul del Ginés, y la confirmación definitiva de que el Trompa está en forma más que sobrada para acompañarnos en todas nuestras próximas aventuras.

Ruta Google Earth

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