lunes, 1 de noviembre de 2010

El cielo y el infierno

Ayer, 31 de octubre, era la fecha señalada para la realización del proyecto Letur. Todas las previsiones eran malas: lluvia y fuertes vientos matinales, que hacían presagiar que tendríamos que suspender la etapa. Y, efectivamente, a las 7 de la mañana, hora a la que habíamos quedado, llovía abundantemente.

En cualquier caso, y tal y como habíamos acordado el día antes, vamos a desayunar a "la Pepa", para allí decidir lo que se hacía (ir a coger caracoles, a almorzar, a dormir, ...). Por allí aparecen también el Miguel y mi hermano José Antonio. Desayunamos tranquilamente, convencidos de que no habría bici, cuando de repente miramos al exterior y se veía el cielo clarear. Salimos a la calle, y vemos que está bastante despejado.

Así que nos miramos y decimos: "pues vamos, aunque tendremos que volvernos enseguida"; así que echamos a pedalear. De camino, recogemos al Pedro, que también se había levantado. A los cuñaos ni los llamamos, ya que se habían vuelto a acostar y, además, estábamos seguros de que no íbamos a llegar muy lejos.

Empezamos a rodar, la ruta es inicialmente parecida a la del día que fuimos al Cenajo: camineando hasta la carretera de Cañaverosa, en la puerta de la finca cogemos el camino (esta vez la valla está abierta), y por ahí hasta la carretera del pantano. Al llegar a la carretera, vamos dirección oeste, buscando la finca del Chopillo desde donde sale el camino del Almirez.

Y el tiempo cada vez mejor, a estas alturas hace un día precioso, y en la dirección en la que vamos el cielo está azul y totalmente despejado. Seguimos por el camino del Almirez, alguna subida suave, con el piso algo mal a veces pero nada complicado. Por aquí el terreno es espectacular, combinando zonas boscosas de pino con otras de sembrados y de almendros.

Después de pasar por el muy bonito cortijo del Almirez, parada por avería en la que el Pedro tiene la oportunidad de conocer el spray mágico arreglapinchazos. Seguimos hasta el pantano, yo quería ver la entrada de la rambla de Benizar, lugar por el que solíamos pasar (o intentarlo) cuando íbamos a pescar (o a intentarlo). Cuando llegamos me quedo boquiabierto: el pantano ha subido tanto que la entrada de la rambla debe estar sumergida como diez metros.

Y almorzamos tan ricamente, con un solecico que da el calor justo, y con una hermosa vista del pantano. Entre bromas, decimos que el señor nos ha recompensado por la valentía de salir a pedalear a pesar de los malos augurios. Finalmente, decidimos seguir hasta Férez, y llamar a los cuñaos para que nos recojan allí. Hablamos con el Diego, que no parece excesivamente contento de que nos hayamos ido sin ellos y encima tener que ir a recogernos.

Y al poco de reanudar la marcha empezó el infierno. No sabemos si fue por pronunciar el nombre de Dios en vano, o si fue por alguna maldición gitana lanzada por los cuñaos. El caso es que al poco empezó a soplar el viento, que al estar en carretera abierta venía totalmente en contra y dificultaba bastante el pedaleo. Seguimos como buenamente pudimos hasta que salimos a otra carretera principal, y en ese momento fue cuando se desató la debacle.

De repente empezó a llover fuerte, y esto combinado con el viento huracanado hizo que pasáramos un pequeño infierno. En cuestión de minutos estábamos empapados, el agua caía de lado, y el viento ni siquiera te dejaba coger velocidad para aprovechar el impulso. Yo personalmente me vine abajo, más moral que físicamente, y acabé subiendo con el 1-1 a paso tortuga, y echando pie a tierra en algún que otro momento. Y es que ese tramo de carretera, que en condiciones normales sería durillo pero tampoco para morirse, se convirtió al menos para mí en esa situación en un tourmalet.

Para colmo, la subida por la carretera la hicimos por error, ya que la ruta prevista era por otro tramo, más corto, con mucho menos desnivel y que seguramente nos hubiera llevado a Férez directamente en poco más de media hora. Pero claro, el cruce en el que había que desviarse lo pasamos ya en medio del vendaval, y no era cuestión de pararse mucho a consultar mapas o GPS's.

Para finalizar, la puntilla: los cuñaos vinieron a recogernos, encontrándonos (salvo a Jose Antonio "ironman", que ya había coronado) desparramaos a lo largo de la subida en un espectáculo que debió ser dantesco. En fin, con la cabeza gacha por la humillación que supone que te recoja el coche escoba, echamos la bici al remolque y de vuelta para casa, naturalmente aguantando el cachondeo de los cuñaos, que se vengaban de nosotros por haberlos dejado en tierra. No los culpo, yo hubiera hecho igual.

En resumen, una jornada de las que no se olvidan, lo bonito y lo duro, lo bueno y lo malo, el cielo y el infierno en unas pocas horas.

A ver si pronto fijamos otra fecha para hacer la ruta completa hasta Letur. Después de ver la parte que hicimos nosotros, creo que se puede hacer relativamente bien yendo a paso tranquilo, y vale mucho la pena porque la ruta es preciosa.

Fichero Google Earth

 

2 comentarios:

  1. El nombre de la peña será por las bicicletas y el espíritu, no? Porque por la edad...

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  2. ¡Hola, Teresa! Sí, es por las bicis y el espíritu. En esta entrada está explicado: http://veranoazulcalasparra.wordpress.com/2010/10/19/bienvenidos/

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